EL ARPA DORMIDA: Los versos del Capitán, de Pablo Neruda, por Ancrugon
Mucho se discutió el anonimato de este
libro. Lo que yo discutía en mi interior mientras tanto, era si debía o no
sacarlo de su origen íntimo: revelar su progenitura era desnudar la intimidad
de su nacimiento. Y no me parecía que tal acción fuera leal a los arrebatos de
amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro que le dio
nacimiento.
Por otra parte pienso que todos los libros
debieran ser anónimos. Pero entre quitar a todos los míos mi nombre o
entregarlo al más misterioso, cedí, por fin, aunque sin muchas ganas.
¿Que por qué guardó su misterio por tanto
tiempo? Por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías
impropias, por sufrimientos ajenos. Cuando Paolo Ricci, compañero luminoso, lo
imprimió por primera vez en Nápoles en 1952 pensamos que aquellos escasos
ejemplares que él cuidó y preparó con excelencia, desaparecerían sin dejar
huellas en las arenas del sur.
No ha sido así. Y la vida que reclamó su
estallido secreto hoy me lo impone como presencia del inconmovible amor.
Entrego, pues, este libro sin explicarlo
más, como si fuera mío y no lo fuera: basta con que pudiera andar solo por el
mundo y crecer por su cuenta. Ahora que lo reconozco espero que su sangre
furiosa me reconocerá también.
Pablo Neruda
Isla Negra, noviembre de 1963
Isla Negra, noviembre de 1963
Este fue el reconocimiento que Pablo
Neruda, el poeta chileno universal y Premio Nobel en 1971, cuyo nombre real era
el de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, hacía de su obra “Los versos del Capitán” en su edición
chilena de 1963, poemario escrito durante su exilio en Italia y editado por
primera vez en ese país europeo en 1952.
El libro comienza con una carta prólogo
firmada en La Habana por una tal Rosario de la Cerda el 3 de octubre de 1951:
Habana, 3 de octubre de 1951
Estimado señor:
Me permito enviarle estos papeles que creo
le interesarán y que no he podido dar a la publicidad hasta ahora.
Tengo todos los originales de estos
versos. Están escritos en los sitios más diversos, como trenes, aviones, cafés
y en pequeños papelitos extraños en los que no hay casi correcciones.
En una de sus últimas cartas venía la
"Carta en el camino".
Muchos de estos papeles por arrugados y
cortados son casi ilegibles, pero creo que he logrado descifrarlos.
Mi persona no tiene importancia, pero soy
la protagonista de este libro y eso me hace estar orgullosa y satisfecha de mi
vida.
Este amor, este gran amor, nació un agosto
de un año cualquiera, en mis giras que hacía como artista, por los pueblos de
la frontera franco española.
Él venía de la guerra de España. No venía
vencido. Era del partido de Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y de
esperanzas para su pequeño y lejano país, en Centro América. Siento no poder
dar su nombre. Nunca he sabido cuál era el verdadero, si Martínez, Ramírez o
Sánchez. Yo lo llamo simplemente mi Capitán y éste es el nombre que quiero
conservar en este libro.
Sus versos son como él mismo: tiernos,
amorosos, apasionados, y terribles en su cólera. Era fuerte y su fuerza la
sentían todos los que a él se acercaban. Era un hombre privilegiado de los que
nacen para grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer más grande era
sentirme pequeña a su lado.
Entró a mi vida, como él lo dice en un
verso, echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de enamorado.
Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi cuerpo y de mi alma. Me hizo
sentir que todo cambiaba en mi vida, esa pequeña vida mía de artista, de
comodidad, de blandura, se transformó como todo lo que él tocaba.
No sabía de sentimientos pequeños, ni
tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de
sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi
vida. Entré a un mundo que antes nunca soñé que existía. Primero tuve miedo,
hubo momentos de duda, pero el amor no me dejó vacilar mucho tiempo.
Este amor me traía todo.
La ternura dulce y sencilla cuando buscaba
una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos
de una ternura infinita. Sus grandes manos eran, en este momento, de una
blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.
Pero había en mí un pasado que él no conocía
y había celos y furias incontenibles. Éstas eran como tempestades furiosas que
azotaban su alma y la mía, pero nunca tuvieron fuerza para destrozar la cadena
que nos unía, que era nuestro amor, y de cada tempestad salíamos más unidos,
más fuertes, más seguros de nosotros mismos.
En todos estos momentos, él escribía estos
versos, que me hacían subir al cielo o bajar al mismo infierno, con la crudeza
de sus palabras que me quemaban como brasas.
Él no podía amar de otra manera.
Estos versos son la historia de nuestro
amor, grande en todas sus manifestaciones. Tenía la misma pasión que él ponía
en sus combates, en sus luchas contra las injusticias. Le dolía el sufrimiento
y la miseria, no sólo de su pueblo, sino de todos los pueblos, todas las luchas
por combatirlas eran suyas y se entregaba entero, con toda su pasión.
Yo soy muy poco literaria y no puedo
hablar del valor de estos versos, fuera del valor humano que indiscutiblemente
tienen. Tal vez el Capitán nunca pensó que estos versos se publicarían, pero
ahora creo que es mi deber darlos al mundo.
Saluda atentamente a usted.
Rosario de la
Cerda
Pero en realidad este prólogo fue una
invención del mismo Pablo Neruda ya que los poemas contenidos en el libro
estaban dedicados a la mujer con la que compartía el exilio en la isla de
Capri, la también chilena Matilde Urrutia, a quien conoció durante su estancia
en México cuando ella fue a trabajar como su asistenta, llevándola posteriormente
a distintos lugares de Europa bajo identidades diferentes: como cantante al
Festival Mundial de la Juventud en Alemania, como amante de Nicolás Guillén a
la Unión Soviética…, siempre evitando que su esposa, la pintora Delia del
Carril, se enterase de la relación: “La
única verdad es que no quise, durante mucho tiempo que esos poemas hirieran a
Delia, de quien me separaba. Delia del Carril, pasajera suavísima, hilo de
acero y miel que ató mis manos en los años sonoros, fue para mí durante
dieciocho años una ejemplar compañera”. Hasta que en enero de 1952 se
separó de Delia quien diría de su relación con Neruda: “lo más fuerte que me queda es una desilusión”.
EN TI LA TIERRA
Pequeña
rosa,
rosa pequeña,
a veces,
diminuta y
desnuda,
parece
que en una mano
mía
cabes,
que así voy a
cerrarte
y llevarte a mi
boca,
pero
de pronto
mis pies tocan tus
pies y mi boca tus labios, has crecido,
suben tus hombros
como dos colinas,
tus pechos se
pasean por mi pecho,
mi brazo alcanza
apenas a rodear la delgada
línea de luna
nueva que tiene tu cintura:
en el amor como
agua de mar te has desatado:
mido apenas los
ojos más extensos del cielo
y me inclino a tu
boca para besar la tierra.
Neruda
y Matilde fueron a vivir a Capri por invitación de Erwin Cerio quien les dejó
la casa que poseía en la isla y donde Pablo escribiría los versos de este
poemario mientras vivía su historia de amor con la mujer que le acompañaría
hasta el final de sus días y quien iba guardando los poemas en una caja de
madera nacarada:
LA REINA
Yo te he nombrado
reina.
Hay más altas que
tú, más altas.
Hay más puras que
tú, más puras.
Hay más bellas que
tú, hay más bellas.
Pero tú eres la
reina.
Cuando vas por las
calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona
de cristal, nadie mira
la alfombra de oro
rojo
que pisas donde
pasas,
la alfombra que no
existe.
Y cuando asomas
suenan todos los
ríos
en mi cuerpo,
sacuden
el cielo las
campanas,
y un himno llena
el mundo.
Sólo tú y Yo,
sólo tú y yo, amor
mío,
lo escuchamos.
Sobre
los acantilados que daban al Tirreno, Neruda se inspiraba en ella para crear
uno de sus más bellos cantos al amor, tal como descubrimos en las memorias de
misma Matilde “Mi vida junto a Pablo
Neruda”:
“Llegamos a esta hermosa isla en la noche, todo era
misterioso para nosotros, sus calles estrechas, peatonales. La llegada a la
plaza nos hizo exclamar al unísono: "¡Qué belleza!" Esta plaza
parecía un escenario para representar una obra con ambiente mágico. Vamos
viendo todo con avidez, con asombro. Seguimos caminando, tenemos prisa, nos
espera nuestra casa, por fin tenemos casa y esto, que es tan simple para todo
el mundo, para nosotros es una victoria, la hemos conseguido después de tantas
batallas, hemos acariciado este sueño tantos años y ahora está aquí, delante de
nosotros, y su puerta se abre y una cara bondadosa y amable nos da la
bienvenida en italiano.
Pablo, con toda naturalidad, me toma en
brazos y entra, me deposita al lado de una mesa en la que hay un hermoso ramo
de flores con una tarjeta grande que dice: "Para Matilde, homenaje de
Erwin Cerio."
En este momento mi corazón late con
fuerza. El hombre más amado y más admirado por mí me hace entrar en sus brazos,
soy su novia, su esposa. Tengo delante mío el homenaje del gran escritor y
patriarca de Capri, Erwin Cerio. En este momento, yo me siento una pequeñita
chillaneja provinciana que comienza a romper el cascarón…”
EL ALFARERO
Todo tu cuerpo
tiene
copa o dulzura
destinada a mí.
Cuando subo la
mano
encuentro en cada
sitio una paloma
que me buscaba,
como si te hubieran, amor, hecho de arcilla
para mis propias
manos de alfarero.
Tus rodillas, tus
senos,
tu cintura faltan
en mí como en el hueco
de una tierra
sedienta
de la que
desprendieron
una forma,
y juntos
somos completos
como un solo río,
como una sola
arena.
“…Pasamos al living y un grito sale de nuestros labios
al unísono, hay una gran chimenea con un hermoso fuego que chisporrotea
alegría. Junto a él, Erwin Cerio, todo vestido de blanco, alto, hermoso.
Pablo en sus memorias, hablando de esta llegada, dice
de Cerio: "En la penumbra se alzaba como la imagen del taita Dios de los
cuentos infantiles." Todo esto es como un hermoso sueño, estamos allí,
abrazados, mirándonos sin decir nada. Cerio, riendo, se acercó a nosotros, nos
tomó las manos dándonos la bienvenida, "están en su casa", nos dijo.
Era una frase convencional, pero para nosotros tenía un significado inmenso.
Estábamos en nuestra casa, realizábamos un sueño tanto tiempo acariciado, lo
debemos haber mirado con una gratitud inmensa, él, siempre riendo, nos abrazó y
se fue.
Amelia nos mira entre sorprendida y divertida. Le
damos las gracias por habernos esperado. Era la empleada de la hija de Cerio
que estaba de viaje y en esos días vendría a acompañarnos. Todo había sido
preparado para hacernos la vida fácil y agradable. Nosotros lo único que
queríamos era estar solos, y con nuestro escaso vocabulario italiano nos costó
mucho hacer entender a Amelia que yo serviría la cena, que podía retirarse. Con
su cara llena de risa, nos dijo: Io me ne vado, y se fue.
Por fin solos y en nuestra casa. Nuestra
primera comida en ella, nuestra primera noche en ella. Sería tonto describirla,
jamás llegaría a encontrar las palabras para dar la mínima idea de lo que fue.
Solamente diré de aquella y de aquella noche: ¡qué fiesta!...”
8 DE SEPTIEMBRE
Hoy, este día fue
una copa plena,
hoy, este día fue
la inmensa ola,
hoy, fue toda la
tierra.
Hoy el mar
tempestuoso
nos levantó en un
beso tan alto que temblamos
a la luz de un
relámpago
y, atados,
descendimos
a sumergirnos sin
desenlazarnos.
Hoy nuestros
cuerpos se hicieron extensos,
crecieron hasta el
límite del mundo
y rodaron
fundiéndose
en una sola gota
de cera o meteoro.
Entre tú y yo se
abrió una nueva puerta
y alguien, sin
rostro aún,
allí nos esperaba.
“…Al día siguiente, dormida todavía, comienzo a oír
unos pequeños golpecitos en la puerta y una voz, también suave, que me habla en
italiano, a la que no entiendo nada. Hago un gran esfuerzo para despertar. Era
nuestra Amelia, venía con una mese de panecitos humeantes que había hecho ella
misma, y con un café que olía a gloria. Le di las gracias. ¿Qué hacer? Había
que levantarse. ¿Cómo podíamos dormir cuando Capri nos esperaba? ¿Cómo sería de
día? Riendo, no sé por qué, nos sentábamos a desayunar en esa mesa en que nada
faltaba. La alegría desbordaba, nuestro perro correteaba por la casa, él
también se sentía dichoso de tener espacio y jardín. Abrimos las ventanas, al
fondo teníamos una pequeña terraza, abajo un bosque, y, muy a lo lejos, las
rocas de la Marina Piccola, una playa. Íbamos de sorpresa en sorpresa, esta
casa era un paraíso. Bajamos al bosque lleno de musgo, de pasto que, por
suerte, nadie cuidaba y todo crecía en él con libertad.
Hacía frío, pronto subimos a abrigarnos para salir a
conocer el pueblo.
Nos fuimos caminando, no había otro medio, sus calles
muy estrechas tenían un encanto especial, las casas, como incrustadas en ellas;
sólo veíamos unas pequeñas tapias de piedra, sin fachadas ostentosas, las
grandes casas estaban más allá de esas murallas…”
TUS PIES
Cuando no puedo
mirar tu cara
miro tus pies.
Tus pies de hueso
arqueado,
tus pequeños pies
duros.
Yo sé que te
sostienen,
y que tu dulce
peso
sobre ellos se
levanta.
Tu cintura y tus
pechos,
la duplicada
púrpura de tus pezones,
la caja de tus
ojos que recién han volado,
tu ancha boca de
fruta,
tu cabellera roja,
pequeña torre mía.
Pero no amo tus
pies
sino porque
anduvieron
sobre la tierra y
sobre
el viento y sobre
el agua,
hasta que me
encontraron.
“… Son nuestros primeros días en Capri, había tanto
que ver, tanto que admirar. Tuvimos que aprender a vivir en una isla, todo era
diferente.
Este Capri, con esta quietud de invierno, no tiene
nada que ver con el Capri lleno de turistas del verano. Ahora había quietud.
Comenzamos a conocer a la gente que allí vivía permanentemente, gentes
sencillas, confiadas, con deseos de ayudarnos.
Nos fuimos a la plaza, la noche anterior nos había
parecido un gran escenario, nos seguía pareciendo lo mismo rodeada de cafés,
toda llena de sillas y mesitas; varias calles salen de sus costados
irregulares. Son tan pequeñas que casi no se notan y, como lo principal que
atrae la vista, una iglesia pequeña, antigua, bella; a su costado, una gran
escalinata: es una calle...
...Un día, Pablo me dijo: " en unos días más,
cuando la luna esté llena, quiero que nos casemos, porque va a nacer un hijo y
debemos estar casados. Haremos una fiesta y nos casará la luna, hoy mandaré a
hacer el anillo que usted llevará toda la vida." En Capri había un viejo
joyero que nos hizo mi anillo, donde se lee: "Capri, 3 de mayo, 1952, Su
Capitán...”
TUS MANOS
Cuando tus manos
salen,
y amor, hacia las
mías,
qué me traen
volando?
Por qué se
detuvieron en mi boca,
de pronto,
por qué las
reconozco
como si entonces
antes,
las hubiera
tocado,
como si antes de
ser
hubieran recorrido
mi frente, mi
cintura?
Su suavidad venía
volando sobre el
tiempo,
sobre el mar,
sobre el humo,
sobre la
primavera,
y cuando tú
pusiste
tus manos en mi
pecho,
reconocí esas alas
de paloma dorada,
reconocí esa greda
y ese color de
trigo.
Los años de mi
vida
yo caminé
buscándolas.
Subí las
escaleras,
crucé los
arrecifes,
me llevaron los
trenes,
las aguas me
trajeron,
y en la piel de
las uvas
me pareció
tocarte.
La madera de
pronto
me trajo tu
contacto,
la almendra me
anunciaba
tu suavidad
secreta,
hasta que se
cerraron
tus manos en mi
pecho
y allí como dos
alas
terminaron su
viaje.
“...Cuando todo estuvo preparado, llegó el día elegido
para nuestra ceremonia. Muy temprano brindamos con Amelia y le dimos la tarde
libre, necesitábamos estar solos. Pablo tenía todo preparado para hacer la decoración
de la casa, yo me fui a la cocina, le hice un pato a l'orange y muchos platitos
pequeños de pescados en diversas salsas y camarones de varias maneras.
....Miré esos muros llenos de flores, de ramas, y en
todas partes se leía Matilde, te amo, te amo, Matilde, con letras grandes,
recortadas en papeles de todos colores. Nos abrazamos largamente. Salimos a la
terraza. Una luna llena, brillante, había acudido a nuestra cita…”
TU RISA
Quítame el pan si
quieres,
quítame el aire,
pero
no me quites tu
risa.
No me quites la
rosa,
la lanza que
desgranas,
el agua que de
pronto
estalla en tu
alegría,
la repentina ola
de planta que te
nace.
Mi lucha es dura y
vuelvo
con los ojos
cansados
a veces de haber
visto
la tierra que no
cambia,
pero al entrar tu
risa
sube al cielo
buscándome
y abre para mí
todas las puertas
de la vida.
Amor mío, en la
hora
más oscura
desgrana
tu risa, y si de
pronto
ves que mi sangre
mancha
las piedras de la
calle,
ríe, porque tu
risa
será para mis
manos
como una espada
fresca.
Junto al mar en
otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de
espuma,
y en primavera,
amor,
quiero tu risa
como
la flor que yo
esperaba,
la flor azul, la
rosa
de mi patria
sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la
luna,
ríete de las
calles
torcidas de la
isla,
ríete de este
torpe
muchacho que te
quiere,
pero cuando yo
abro
los ojos y los
cierro,
cuando mis pasos
van,
cuando vuelven mis
pasos,
niégame el pan, el
aire,
la luz, la
primavera,
pero tu risa nunca
porque me moriría.
“…Allí, en la terraza, temblorosa de emoción, vestida
con mi traje verde que daba luces, sentí que esa luz de luna no era fría, había
algo alrededor nuestro, un embrujo extraño. Allí, Pablo, muy serio, sin un
asomo de broma, le pidió a la luna que nos casara. Le contó que no podíamos
casarnos en la tierra, pero que ella, la musa de todos los poetas enamorados,
nos casaría en ese momento, y que este matrimonio lo respetaríamos como el más
sagrado. Tomó mi mano y me puso el anillo. Pablo me aseguró que la gran boca de
la luna en ese momento se movía. Estaba dándonos su bendición, de eso estábamos
bien seguros. Ya estábamos casados, nos besamos largo, largo, y después,
tomados de la mano, desfilamos por toda la casa cantando el himno nupcial de
Lohengrin, el que me traía recuerdos del coro Municipal, donde había cantado
para ganarme unos pesos cuando era alumna del conservatorio.”
EL INCONSTANTE
Los ojos se me
fueron
detrás de una
morena que pasó.
Era de nácar
negro,
era de uvas
moradas,
y me azotó la
sangre
con su cola de
fuego.
Detrás de todas
me voy.
Pasó una clara
rubia
como una planta de
oro
balanceando sus
dones.
Y mi boca se fue
como una ola
descargando en su
pecho
relámpagos de
sangre.
Detrás de todas
me voy.
Pero a ti, sin
moverme,
sin verte, tú
distante,
van mi sangre y
mis besos,
morena y clara
mía,
alta y pequeña
mía,
ancha y delgada
mía,
mi fea, mi
hermosura,
hecha de todo el
oro
y de toda la
plata,
hecha de todo el
trigo
y de toda la
tierra,
hecha de toda el
agua
de las olas marinas,
hecha para mis
brazos,
hecha para mis
besos,
hecha para mi
alma.
Otro amigo de Neruda, el pintor italiano
Paolo Ricci le propuso editar estos poemas y el Partido Comunista Italiano
corrió con los gastos de la edición como un homenaje al “compañero exiliado”
promoviendo una suscripción pública de 5.000 liras por persona, colaborando
nombres tan famosos como el aristócrata y cineasta Luchino Visconti, el
escritor Carlo Levi, el pintor Renato Gattuso, el poeta Salvatore Quasimodo, o
los novelistas Elsa Morente y Jorge Amado…
LA NOCHE EN LA
ISLA
Toda la noche he
dormido contigo
junto al mar, en
la isla.
Salvaje y dulce
eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y
el agua.
Tal vez muy tarde
nuestros sueños se
unieron
en lo alto o en el
fondo,
arriba como ramas
que un mismo viento mueve,
abajo como rojas
raíces que se tocan.
Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar
oscuro
me buscaba como
antes,
cuando aún no
existías,
cuando sin
divisarse navegué por tu lado,
y tus ojos
buscaban lo que ahora
-pan, vino, amor y
cólera-
te doy a manos
llenas
porque tú eres la
copa
que esperaba los
dones de mi vida.
He dormido contigo
toda la noche
mientras
la oscura tierra
gira
con vivos y con
muertos,
y al despertar de
pronto
en medio de la
sombra
mi brazo rodeaba
tu cintura.
Ni la noche, ni el
sueño
pudieron
separarnos.
He dormido contigo
y al despertar tu
boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de
tierra,
de agua marina, de
algas,
del fondo de tu
vida,
y recibí tu beso
mojado por la
aurora
como si me llegara
del mar que nos
rodea.
El 8 de julio de 1952 aparece la primera
edición, con una tirada de tan solo 44 ejemplares, con ilustraciones del propio
Ricci, quien dibujó la cabeza de una medusa para la portada y con una autoría
anónima ya que se le quiso dar un cierto aire de clandestinidad…
EL VIENTO EN LA
ISLA
El viento es un
caballo:
óyelo cómo corre
por el mar, por el
cielo.
Quiere llevarme:
escucha
cómo recorre el
mundo
para llevarme
lejos.
Escóndeme en tus
brazos
por esta noche
sola,
mientras la lluvia
rompe
contra el mar y la
tierra
su boca
innumerable.
Escucha cómo el
viento
me llama galopando
para llevarme
lejos.
Con tu frente en
mi frente,
con tu boca en mi
boca,
atados nuestros
cuerpos
al amor que nos
quema,
deja que el viento
pase
sin que pueda
llevarme.
Deja que el viento
corra
coronado de
espuma,
que me llame y me
busque
galopando en la
sombra,
mientras yo,
sumergido
bajo tus grandes
ojos,
por esta noche
sola
descansaré,
amormío.
Tendrían que pasar diez años para que el
propio poeta reconociera su autoría pues, como él mismo dijo: “… revelar su progenitura era desnudar la
intimidad de su nacimiento.”, “Y no me parecía que tal acción fuera leal a los
arrebatos de amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro que
le vio nacer.”
LA INFINITA
Ves estas manos?
Han medido
la tierra, han
separado
los minerales y
los cereales,
han hecho la paz y
la guerra,
han derribado las
distancias
de todos los mares
y ríos,
y sin embargo
cuando te recorren
a ti, pequeña,
grano de trigo, alondra,
no alcanzan a
abarcarle,
se cansan
alcanzando
las palomas
gemelas
que reposan o
vuelan en tu pecho,
recorren las
distancias de tus piernas,
se enrollan en la
luz de tu cintura.
Para mí eres
tesoro más cargado
de inmensidad que
el mar y sus racimos
y eres blanca y
azul y extensa como
la tierra en la
vendimia.
En ese territorio,
de tus pies a tu
frente,
andando, andando,
andando,
me pasaré la vida.
La estructura del libro se desarrolla a
partir del canto de bodas titulado “Epitalamio”
que es la culminación de las cinco etapas previas de noviazgo: “El amor” (de la cual son todos los
poemas presentados en este trabajo), “El
deseo”, “Las furias”, “Las vidas” y “Oda
y germinaciones”, concluyendo todo el poemario el poema “La carta en el camino” como cierre y
contrapunto a todo el proceso.
BELLA
Bella,
como en la piedra
fresca
del manantial, el
agua
abre un ancho
relámpago de espuma,
así es la sonrisa
en tu rostro,
bella.
Bella,
de finas manos y
delgados pies
como un caballito
de plata,
andando, flor del
mundo,
así te veo,
bella.
Bella,
con un nido de
cobre enmarañado
en tu cabeza, un
nido
color de miel
sombría
donde mi corazón
arde y reposa,
bella.
Bella,
no te caben los
ojos en la cara,
no te caben los
ojos en la tierra.
Hay países, hay
ríos,
en tus ojos,
mi patria está en
tus ojos,
yo camino por
ellos,
ellos dan luz al
mundo
por donde yo
camino,
bella.
Bella,
tus senos son como
dos panes hechos
de tierra cereal y
luna de oro,
bella.
Bella,
tu cintura
la hizo mi brazo
como un río cuando
pasó mil años por
tu dulce cuerpo,
bella.
Bella,
no hay nada como
tus caderas,
tal vez la tierra
tiene
en algún sitio
oculto
la curva y el
aroma de tu cuerpo,
tal vez en algún
sitio,
bella.
Bella, mi bella,
tu voz, tu piel,
tus uñas,
bella, mi bella,
tu ser, tu luz, tu
sombra,
bella,
todo eso es mío,
bella,
todo eso es mío,
mía,
cuando andas o
reposas,
cuando cantas o
duermes,
cuando sufres o
sueñas,
siempre,
cuando estás cerca
o lejos,
siempre,
eres mía, mi
bella,
siempre.
Para concluir nada mejor que las palabras
de Mario Benedetti sobre esta obra escritas como prólogo al libro el año 2003:
“La poesía de Neruda es, antes que nada, palabra.
Pocas obras se han escrito, o se escribirán, en nuestra lengua, con un lujo
verbal tan asombroso como las dos primeras Residencias o como algunos pasajes
del Canto general. Nadie como Neruda para lograr un insólito centelleo poético
mediante el simple acoplamiento de sustantivos y un adjetivo que antes jamás
habían sido aproximados. Por supuesto que en la obra de Neruda hay también
sensibilidad, actitudes, compromiso, emoción, pero (aún cuando el poeta no siempre
lo quiera así) todo parece estar al noble servicio de su verbo. La sensibilidad
humana, por amplia que sea, pasa en su poesía casi inadvertida ante la más
angosta sensibilidad del lenguaje; las actitudes y compromisos políticos, por
detonantes que parezcan, ceden en importancia ante la actitud y compromiso
artísticos que el poeta asume frente a cada palabra y cada uno de sus
encuentros y desencuentros. Y así con la emoción y con el resto. A esta altura
no sé qué es más creador en los divulgadísimos Veinte poemas de amor y una
canción desesperada : si las distintas estancias de amor que le sirven de
contexto, o la formidable capacidad para hallar un original lenguaje destinado
a cantar ese amor…”
LA RAMA ROBADA
En la noche
entraremos
a robar
una rama florida.
Pasaremos el muro,
en las tinieblas
del jardín ajeno,
dos sombras en la
sombra.
Aún no se fue el
invierno,
y el manzano
aparece
convertido de
pronto
en cascada de
estrellas olorosas.
En la noche
entraremos
hasta su
tembloroso firmamento,
y tus pequeñas
manos y las mías
robarán las
estrellas.
Y sigilosamente,
a nuestra casa,
en la noche y en
la sombra,
entrará con tus
pasos
el silencioso paso
del perfume
y con pies
estrellados
el cuerpo claro de
la primavera.
“… Así y todo, de los varios libros sobre temas de
amor, escritos y publicados por Neruda entre 1924 y 1959, Los versos del
Capitán es seguramente el más espontáneo, el más diáfano, y asimismo el más
vinculado a la naturaleza, el que mejor funde sus palabras con las raíces de la
tierra : "te vi salir mirándome, / desde las torturadas ,/ y sedientas
raíces". También es posible que esa asunción tan directa y conmovedora del
tema del amor, se deba en parte al anonimato que rodea la primera aparición del
libro. Como nunca antes ni tampoco después, el poeta se siente libre y para
nada restringido por el prejuicio ante lo melancólico ni temeroso de caer en la
cursilería : "Bella, / tus senos son como dos panes hechos ,/ de tierra
cereal y luna de oro"…
EL HIJO
Ay hijo, sabes,
sabes
de dónde vienes?
De un lago con
gaviotas
blancas y
hambrientas.
Junto al agua de
invierno
ella y yo
levantamos
una fogata roja
gastándonos los
labios
de besarnos el
alma,
echando al fuego
todo,
quemándonos la
vida.
Así llegaste al
mundo.
Pero ella para
verme
y para verte un
día
atravesó los mares
y yo para abrazar
su pequeña cintura
toda la tierra
anduve,
con guerras y
montañas,
con arenas y
espinas.
Así llegaste al
mundo.
De tantos sitios
vienes,
del agua y de la
tierra,
del fuego y de la
nieve,
de tan lejos
caminas
hacia nosotros
dos,
desde el amor
terrible
que nos ha
encadenado,
que queremos saber
cómo eres, qué nos
dices,
porque tú sabes
más
del mundo que te
dimos.
Como una gran
tormenta
sacudimos nosotros
el árbol de la
vida
hasta las más
ocultas
fibras de las
raíces
y apareces ahora
cantando en el
follaje,
en la más alta
rama
que contigo
alcanzamos.
“… Por algo estos poemas de amor no traen consigo
"una canción desesperada". Más bien entonan una alegría de vivir :
"Y somos juntos la mayor riqueza / que jamás se reunió sobre la
tierra". No obstante, esa exaltación verbal no esconde una vanidad hueca
ni apila las cenizas de lo fácil. Hay una sencillez que no es adorno ni
artificio : "no solo el fuego entre nosotros arde, / sino toda la vida, /
la simple historia, /el simple amor / de una mujer y un hombre / parecidos a
todos".
En los Veinte poemas de amor el protagonista era sobre
todo la metáfora: el amor estaba al servicio de la imagen. En Los versos del Capitán,
en cambio, la imagen está al servicio del amor. En los Veinte poemas los
rostros y cuerpos de mujeres desfilan como seductores espejismos, como hermosas
visiones, como facsímiles de la realidad. En Los versos del Capitán, en cambio
la realidad es una : sobria, sencilla, conmovedora. El rostro y el cuerpo son
de una sola mujer y el enamoramiento también es de alma a alma. Cuando el
anonimato pierde al fin su razón de ser, el personaje adquiere su luminoso y
verdadero nombre : Matilde Urrutia…”
LA TIERRA
La tierra verde se
ha entregado
a todo lo
amarillo, oro, cosechas,
terrones, hojas,
grano,
pero cuando el
otoño se levanta
con su estandarte
extenso
eres tú la que
veo,
es para mí tu
cabellera
la que reparte las
espigas.
Veo los monumentos
de antigua piedra
rota,
pero si toco
la cicatriz de
piedra
tu cuerpo me
responde,
mis dedos
reconocen
de pronto,
estremecidos,
tu caliente
dulzura.
Entre los héroes
paso
recién
condecorados
por la tierra y la
pólvora
y detrás de ellos,
muda,
con tus pequeños
pasos,
eres o no eres?
Ayer cuando
sacaron
de raíz, para
verlo,
el viejo árbol
enano
te vi salir
mirándome
desde las
torturadas
y sedientas
raíces.
Y cuando viene el
sueño
a extenderme y
llevarme
a mi propio
silencio
hay un gran viento
blanco
que derriba mi
sueño
y caen de él las
hojas,
caen como
cuchillos
sobre mí
desangrándome.
Y cada herida
tiene
la forma de tu
boca.
“…¿Quién es esa musa inspiradora, tercera mujer del
poeta? El mismo Pablo la define : "Mi mujer es provinciana como yo. Nació
en una ciudad del Sur, Chillán, famosa en lo feliz por su cerámica campesina y
en la desdicha por sus terribles terremotos". Y en otra confesión, expresa
y comprime su cándida, entrañable reseña : "Eres del pobre Sur, de donde
viene mi alma : en su cielo tu madre sigue lavando ropa / con mi madre. Por eso
te escogí, compañera".
Como se ve, son varios y decisivos los factores
(literarios, biográficos, eróticos) que hacen de esa obra única uno de los
textos amorosos que ayer, hoy y mañana, suelen emerger de las bibliotecas para
reconciliarnos con el mundo.”
AUSENCIA
Apenas te he
dejado,
vas en mí,
cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida
por mí mismo
o colmada de amor,
como cuando tus ojos
se cierran sobre
el don de la vida
que sin cesar te
entrego.
Amor mío,
nos hemos
encontrado
sedientos y nos
hemos
bebido toda el
agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego
muerde,
dejándonos
heridas.
Pero espérame,
guárdame tu
dulzura.
Yo te daré también
una rosa.
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