CATORCE VERSOS: El Marqués de Santillana, por Ancrugon
Antes del
Marqués de Santillana no se tiene referencia alguna de que alguien compusiera
sonetos en lengua castellana, por lo que se puede asegurar que Íñigo López de
Mendoza, nacido en Carrión de los Condes, Palencia, en 1398 y fallecido en su
palacio de Guadalajara el 25 de marzo de 1458, fue el primer poeta en hacer el esfuerzo
de adaptar la nueva versificación de endecasílabos surgida en Italia a la
métrica propia del castellano tan dada a octosílabos, cuadernas vías y
romances.
El
Marqués de Santillana era hijo de una de las familias más poderosas de la
nobleza castellana, el Almirante Diego Hurtado de Mendoza y doña Leonor de la
Vega, mujer muy rica e inteligente, pero fue educado por su tío, el arcediano
Gutierre, al morir su padre cuando él tenía cinco años de edad; más adelante
estuvo al servicio de Fernando de Antequera, quien llegaría a ser rey de
Aragón, aunque volvió a Castilla para participar en la guerra contra Álvaro de
Luna a la llegada al trono de Juan II de Castilla, y consiguiendo el título, de
manos del rey Juan II de Castilla, de Marqués de Santillana por su
participación fiel en la batalla de Olmedo. Fue padre de diez hijos: siete
varones y tres hembras, siendo los más conocidos su primogénito, Diego Hurtado
de Mendoza, Duque del Infantado, y el quinto, que sería el Cardenal Mendoza, a
quien se le llegó a denominar como “el tercer rey de España” en tiempo de los
Reyes Católicos.
El
Marqués era un hombre de guerras y letras, a la moda del caballero letrado del
siglo XV, que compaginó sus constantes lides,
intestinas, a veces, o de reconquista, en otras, con la esgrima depurada
de sus versos, consiguiendo en ambas, sino la gloria de los héroes, sí el
reconocimiento de los firmes y valientes, pues si en una se enfrentó incluso a
reyes, en la otra tuvo que medírselas con la intransigencia de la tradición al
pretender innovar la poesía patria con sus “
42 sonetos fechos al itálico modo”, aunque también recreara su imaginación
con versos más cercanos como las “Serranillas”,
“Canciones” o “Proverbios”.
Estos
sonetos no solamente representan el primer trabajo en serio y elaborado de las
forma renacentistas en España, sino incluso el primer conjunto de poemas de
este estilo confeccionado fuera de Italia, por lo cual Íñigo López de Mendoza
se convierte en una de las mayores figuras del prerrenacimiento castellano, ya
que sus trabajos se desarrollaron a caballo entre los últimos estertores de lo
medieval y los primeros balbuceos del renacimiento en la Península Ibérica.
Las
temáticas de sus sonetos se dividen en tres grupos: amorosa, religiosa y el
paso del tiempo, algo bastante común entre los escritores del momento.
Sobre la
amorosa descubriremos pronto que está bastante influenciada por la moda
provenzal, como en el ejemplo siguiente donde él se compara con una fortaleza
sitiada por el amor al que quiere resistir, pero no puede y ve sus defensas
derruidas, unas murallas que ni David, ni Sansón, ni Hércules, ni Salomón
lograron vencer:
- IV –
Sitio de amor con grand artillería
me veo en torno e poder inmenso,
e jamás cesan de noche e de día,
nin el ánimo mío está suspenso
de sus combates con tanta porfía
que ya me sobra, maguer me defenso.
Pues, ¿qué farás?, ¡o triste vida mía!,
ca non lo alcanzo por mucho que pienso.
La corpórea fuerza de Sansón,
nin de David el grand amor divino,
el seso nin saber de Salamón,
nin Hércules se falla tanto digno
que resistir podiesen tal prisión;
así que a defensar me fallo indigno.
Pero a
veces el amor es una prisión, aunque el cautivo no se lamenta de ser prisionero
de ella porque su dicha está en ser esclavo de la belleza de la amada:
- VIII –
¡O dulce esguarde, vida e honor mía,
segunda Elena, templo de beldad,
so cuya mano, mando e señoría
es el arbitrio mío e voluntad!
Yo soy tu prisionero, e sin porfía
fueste señora de mi libertad;
e non te pienses fuiga tu valía
nin me desplega tal captividad.
Verdad sea que Amor gasta e dirruye
las mis entrañas con fuego amoroso,
e la mi pena jamás diminuye;
nin punto fuelgo nin soy en reposo,
mas vivo alegre con quien me destruye;
Un claro
ejemplo de la estética erótico-amorosa provenzal lo tenemos en los cabellos
rubios, “color de oro”, y la figura femenina, “forma divina”:
- IX –
Non es el rayo de Febo luciente,
nin los filos de Arabia más fermosos
que los vuestros cabellos luminosos,
nin gema de topaza tan fulgente.
Eran ligados de un verdor placiente
e flores de jazmín que los ornaba,
e su perfecta belleza mostraba
cual viva flama o estrella d'Oriente.
Loó mi lengua, maguer sea indigna,
aquel buen punto que primero vi
la vuestra imagen e forma divina,
tal como perla e claro rubí,
e vuestra vista társica e benigna,
a cuyo esguarde e merced me di.
El paso
del tiempo es un tema muy recurrente en todas las diferentes épocas poéticas ya
que es algo que obsesiona bastante al ser humano al enfrentarse con su
mortalidad y darse cuenta de que todo es efímero, perecedero y nada permanente.
En el siguiente poema habla de que hasta la roca más dura cede ante la
insistencia del agua, de que ninguna guerra dura eternamente, ni el bien ni el
mal permanecen, y por lo tanto, le dice a su amada, que por mucho que resista,
llegará el día en que cederá:
- VI –
El agua blanda en la peña dura
faze por curso de tiempo señal,
a la rueda rodante la ventura
transmuda e troca el genio humanal.
Paces he visto apres gran rotura
atarde dura bien nin faze mal,
mas la mi pena jamás ha folgura
nin punto cesa mi largor mortal.
Por ventura dirás, ídola mía,
que a ti non place de mi perdimiento,
antes repruebas mi loca porfía.
Di, ¿qué faremos del ordenamiento
de amor, que priva toda señoría
e rige e manda nuestro entendimiento?
Otra
consecuencia del paso del tiempo es la muerte y con ella el olvido, pero
aquellas personas en cuya vida alcanzaron la gloria con sus hechos, no morirán
nunca porque siempre estarán vivas en el recuerdo de las gentes. Así lo vemos
en este soneto dedicado al rey de Aragón del cual el Marqués fue ayudante
durante un tiempo:
- XIII –
Calla la pluma e luce la espada
en vuestra mano, rey muy virtüoso;
vuestra excelencia non es memorada
e Calíope fuelga e ha reposo.
Yo plango e lloro non ser comendada
vuestra eminencia e nombre famoso,
e redarguyo la mente pesada
de los vivientes, non poco enojoso;
porque non cantan los vuestros loores
e fortaleza de memoria digna,
a quien se humilian los grandes señores,
a quien la Italia soberbia se inclina.
Dejen el carro los emperadores
Y este es
uno de los sonetos de tema religioso, más bien hagiográfico o de alabanza a
Santa Clara, una monja italiana, nacida en Asís en 1194 y que fue la fundadora
de la orden de las clarisas:
- XXXIV –
Clara por nombre, por obra e virtud
luna de Asís, fija d'Ortulana,
de santas donas enxiemplo e salud,
entre las veudas una e soberana;
principio de alto bien, e juventud
perseverante, e fuente do mana
pobreza humilde, e closo alamud,
del seráfico sol muy digna hermana.
Tú, virgen, triunfas del triunfo triunfante
e glorïoso premio de la palma;
así non yerra quien de ti se ampara
e te cuenta del cuento dominante
de los santos, ¡o santa sacra e alma!
El
Marqués de Santillana admiraba a Dante y Petrarca y todos sus sonetos siguen
con fidelidad las pautas creadas por aquellos, tanto en la adopción del verso
endecasílabo como en la temática y el resto de la métrica.
Sin
embargo su propósito modernizador no tuvo la repercusión que él esperaba, pues
a pesar de sus intentos de adaptar el endecasílabo al modo de versificar
español, no dieron resultado ya que la moda poética de la Península iba por
otros derroteros y él no consiguió ajustar a la perfección el metro toscano al
habla castellana, por lo que simplemente aplicó la forma estrófica incurriendo
en bastantes fallos con el resto. Y es que el influjo del verso de arte mayor castellano, con su
ritmo inflexible, le impedía adaptar el endecasílabo con sus acentos en la
sexta y décima silabas.
Y para
finalizar hemos dejado un soneto bastante reflexivo donde Íñigo López de
Mendoza se da cuenta de la belleza que le rodea y de lo desagradecido que es
él, siempre quejándose, cansado de todo y esclavo de sus caprichos:
- I –
Cuando yo veo la gentil criatura
qu'el cielo, acorde con naturaleza
formaron, loo mi buena ventura,
el punto e hora que tanta belleza
me demostraron, e su fermosura,
ca sola de loor es la pureza;
mas luego torno con igual tristura
e plango e quéjome de su crueza.
Ca non fue tanta la del mal Tereo,
nin fizo la de Aquila e de Potino,
falsos ministros de ti, Ptolomeo.
Así que lloro mi servicio indigno
e la mi loca fiebre, pues que veo
Personas que han visitado esta página hasta el
06/09/2018:
1.966
Comentarios
Publicar un comentario