PERSONAJES DE PAPEL: La Edad Media, por Fe.Li.Pe.
El concepto de la Edad Media como el de
una época oscura y carente de un interés por lo artístico o literario está
bastante alejado de la realidad, pues aquella sociedad surgida en Europa tras
la caída del Imperio Romano a causa de las invasiones germánicas y que duró,
más o menos, todo un milenio, fue bastante rica en expresiones artísticas de
todo tipo y de diferente índole. Sin embargo, antes de comenzar con su análisis
deberíamos puntualizar algunas peculiaridades que le dan una perspectiva diferente
ante la visión del arte y de su uso.
Primero hay que tener en cuenta que el
concepto de arte como fin en sí mismo no existía en aquellos tiempos y, por lo
tanto, éste estaba obligado a cumplir una funcionalidad social, divulgativa,
religiosa, política o de cualquier otro tipo. Por otra parte no podemos olvidar
que el nivel cultural del pueblo, sobre todo en la Alta Edad Media, era
prácticamente nulo y que la cultura se cobijaba en los monasterios, templos o
catedrales, siendo patrimonio casi exclusivo del clero. Así mismo, no debemos omitir
que al principio ésta fue una época de constantes luchas y poca estabilidad
política y militar, lo que no ayudó mucho al desarrollo de la producción
artística, debiendo esperar hasta finales de ese periodo para que apareciera
una burguesía enriquecida que se dedicara a invertir y sufragar los gastos que
una producción artística conlleva. Y por último, es importante tener presente
las diferentes culturas y religiones que convivieron durante aquellos años y
produjeron distintas realizaciones de expresión artística a lo largo de un
millar de años en los que las ideas fueron evolucionando al igual que las
modas, las costumbres, el nivel cultural, la estructura social, etc.
Con todo ello podemos afirmar que el arte
tenía tres funciones primordiales, pues si por un lado debía ser una ofrenda a
lo divino como medio para obtener su gracia o perdón, lo que favoreció el
enriquecimiento los lugares de culto con los objetos, edificios y adornos
realizados con materiales y técnicas de enorme valor, por otro servía de
conexión entre los sobrenatural y lo humano, según el pensamiento de Pablo de
Tarso que resumía en su máxima: “a través de lo visible hacia lo invisible”,
llevándose a cabo, gracias al arte, una verdadero ministerio didáctico y
dogmático enseñando a los fieles analfabetos que visitaban los templos los
secretos de su fe. Y, cómo no, así mismo el arte estuvo al servicio del poder,
no solo espiritual sino también terrenal de los reyes y emperadores, y de la
ostentación de la nueva clase pujante de los poderosos burgueses, sobre todo
hacia finales de este periodo.
Llegados a este punto, tendremos que
buscar entre todas las muestras de aquellas creaciones que nos han llegado
hasta nuestros días y centrarnos únicamente en las que se acomoden mejor a la
faceta que estamos trabajando, es decir, a aquellas representaciones que nos
relaten algo, como ocurre con la viñetas de los cómics, y así nos daremos de
bruces con una rica gama de obras cuyas características pueden interesarnos,
tanto en la pintura, las vidrieras, lo tapices o las iluminaciones de escritos
en miniatura.
Dejaremos aparte al Imperio Bizantino del
cual ya publicamos su correspondiente capítulo con anterioridad y nos
centraremos en el arte de la Europa Occidental dividiendo este periodo en Alta
Edad Media y Baja Edad Media (Románico y Gótico), siendo sus fechas simplemente
aproximativas pues no coinciden ni geográfica ni culturalmente en un ámbito
global.
Así, lo más sencillo es comenzar con la
llamada pintura prerrománica, perteneciente a la Alta Edad Media, la cual se
compone tanto de los mosaicos y frescos similares a los de la era
paleocristiana o de Bizancio, como, y en su mayor parte, con las miniaturas
elaboradas en los talleres de los scriptorium monacales, siendo éstas unas
pinturas o dibujos que representaban diversos temas de la historia
contemporánea o de hechos religiosos realizadas sobre los manuscritos y libros
ilustrados. Esta disciplina, como vimos, ya se llevaba a cabo desde el Antiguo
Egipto (Libro de los Muertos), pero tuvo un gran auge a partir del Imperio
Carolingio donde se llegaron a crear diversas escuelas: Palatina, Ada,
Tours, Reims, Saint Denis, Metz o Fulda.
En España los manuscritos más antiguos son la Biblia de Ripoll y la Biblia
de San Pedro de Roda y ambos datan del siglo XI. Sin embargo, este arte
perduró más allá del Renacimiento.
Los manuscritos ilustrados o iluminados se
basan en un texto que se complementa con una decoración, la cual puede ser una
letra capital, un dibujo en miniatura o unos bordes. Su carácter, en la mayoría
de las ocasiones, es religioso, aunque a partir del siglo XIII aumentó el
número de los relacionados con otros temas. La mayor parte de los realizados
durante la Edad Media fueron elaborados sobre pergaminos y los más importantes
estaban sobre papel vitela, fabricado con piel de becerro y que se
caracterizaba por ser más delgado, duradero y liso, pero ya a principios de la
Baja Edad Media comenzaron a dibujarse sobre papel.
La ilustración era un proceso bastante
lento y costoso por lo que se reservaba para los libros importantes y se
elaboraba, en un principio, en los monasterios, aunque poco a poco fue saliendo
de los ámbitos monacales llegando a ser un objeto de lujo e incluso su
ejecución se convirtió en un entretenimiento para las damas de las clases
altas. El amanuense escribía primero el texto con tinta y pluma o plumín sobre
hojas cortadas y marcadas mediante una varilla puntiaguda de antemano. Luego el
ilustrador realizaba su trabajo en el hueco dejado para tal fin copiando el
bosquejo que había realizado sobre una tabla de cera, trazando el dibujo ayudado
de alfileres u otros utensilios con punta, y posteriormente lo pintaba, siendo
los colores más comunes: rojo, amarillo, verde, azul, blanco, negro, dorado y
plateado, todos fabricados a base de minerales u otros productos naturales.
Otro de los métodos más característicos de
esta época fueron los vitrales, composiciones para las ventanas realizados con
vidrios de colores y que adornaban iglesias y catedrales buscando el efecto del
juego de luces en su interior para crear un ambiente místico que recrease una
cierta imagen de la luz divina. Si al comienzo estas vidrieras tenían un
reducido tamaño, con el tiempo, gracias a las nuevas técnicas, fueron
ampliándose y se crearon rosetones y ventanales de gran tamaño. Los vitrales se
coloreaban con una pasta compuesta de polvo de vidrio y limaduras metálicas para afectar a la luz que atravesaba el vidrio
absorbiéndola de forma diferente dependiendo del metal, por ejemplo, el óxido
de cobre 1 puede producir el rojo, o el óxido de hierro 2 el verde… Una vez
pintados los trozos, se introducían en el horno a temperaturas cercanas a la
fusión y así se lograba que el color fuera permanente. El vidrio se fabricaba
en hojas que luego se recortaban de acuerdo con el patrón y se montaban uniéndose
con plomo. El espesor de los trozos no era regular y así se producían varios
tonos.
Su función, como la de todas las demás
manifestaciones artísticas de la época, consistía en ilustrar a los fieles
sobre diferentes mensajes de la Biblia o de la vida de los santos. Pero si bien
se comenzó su uso durante el Románico, no fue hasta el Gótico cuando alcanzó su
mayor esplendor, decayendo con la llegada del Renacimiento.
Por su parte, los tapices, cuyo origen se
remonta a épocas remotas de la historia, fueron bastante comunes durante la
Edad Media y con ellos se cubrían los fríos muros de los templos o palacios,
así como los suelos con las alfombras. Éstos consisten en creaciones artísticas
hechas en tejidos donde se representan diferentes escenas o figuras con hilos
de colores. Durante el Medioevo eran un artículo de lujo que muy pocos señores,
noble o eclesiásticos, podían permitirse y no solo en la parte cristiana de
Europa sino también en la musulmana, por lo que muchas veces estaban guardados
y solían ser usados en momentos especiales como fiestas o celebraciones. Uno de
los más conocidos es el llamado Tapiz de Bayeux, o Tapiz de la Reina Matilde,
el cual se trata en una enorme lienzo de casi setenta metros de largo, que se
guarda en el Centre Guillame le Conquérant de Bayeux, Normandía, y fue bordado
hacia el siglo XI narrando los acontecimientos históricos anteriores a la
conquista de Inglaterra por los normandos y en él se suceden imágenes e
inscripciones en latín.
Si bien solamente nos hemos referido al arte en la parte
cristiana, no debemos olvidar que también en las zonas dominadas por los
musulmanes la expresión artística tuvo incluso más relevancia y su legado en
impresionante, sin embargo, debido a cuestiones religiosas y a su prohibición
de representar imágenes humanas, la pintura y el dibujo se inclinó hacia las
representaciones geométricas o de motivos ornamentales y su funcionalidad era
meramente decorativa. Pero aún así todavía podemos disfrutar de ejemplos tan
valiosos como las aparecidas en el arte de los libros, sobre todo en aquellos
que no entraban dentro del ámbito religioso. De esta forma encontramos
manuscritos árabes, sirios, egipcios o nómadas del desierto con iluminaciones
de gran belleza, sin olvidarnos de las influencias orientales traídas por los
mongoles o los indios.
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