PERSONAJES DE PAPEL: Historia del cómic: Arte Precolombino, por FeLiPe
Grabado de una tumba en Pacal Votán, Palenque, México
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En
este recorrido que llevamos por la historia del cómic, hemos ido viajando, con
nuestra particular y peculiar máquina del tiempo, por diferentes etapas del
divagar humano sobre la corteza terrestre, desde la Prehistoria, allá por el
lejano mes de abril del 2013, hasta La Edad Media europea, en el más reciente
julio del 2014, pasando, casi de puntillas, hay que reconocerlo, por las
ciudades estado de Mesopotamia, el enigmático Antiguo Egipto, el clasicismo de
la antigua Grecia y la imperial Roma, sin olvidarnos del ortodoxo Bizancio, sin
embargo, antes de recabar en el invento que fue la “madre de todos los cómics”,
me refiero a la imprenta, no deberíamos dejar al margen otras civilizaciones
que por lejanas, tanto en el espacio como en el conocimiento, las consideramos
casi inexistentes, pero cuya calidad e influencia han sido, son y los seguirán
siendo, bastante imprescindibles: el arte islámico, el cual rozamos en el
capítulo de la Edad Media; las manifestaciones artísticas de pueblos y culturas
tan importantes como la de Persia, India, China, Japón, Tailandia o Corea; las
más rústicas, pero no menos valiosas del continente africano, o las misteriosas
de las islas del Pacífico, pero como lamentablemente esa ingente tarea nos
llevaría meses, si no años, de investigación, nos referiremos solo a un
espléndido ejemplo hallado en el mal llamado “Nuevo Mundo”, salvado,
milagrosamente, de la ávida destrucción de los conquistadores europeos quienes,
valiente eufemismo, llegaron allí en sus cascarones navegantes para salvar el
alma de aquéllos y para llenar los bolsillos de éstos… por lo que no tuvieron
tiempo de andar conservando simplezas culturales. Es decir, nos detendremos
solamente en una increíble manifestación del arte precolombino.
En
general, se denomina arte precolombino al conjunto de objetos y demás
representaciones artísticas realizadas en el continente americano antes de la
llegada de Cristóbal Colón. Claro, que aquí se incluye todo: escultura,
cerámica, arquitectura, etc. Sin embargo, nosotros solamente nos vamos a interesar
por una cultura muy especial: la mixteca, y su sorprendente código de
escritura, y en especial en una de sus más asombrosas representaciones: el
Códice Nuttall.
Códice Nuttall. Museo Británico
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La
escritura mixteca, aproximadamente hacia el siglo XIII de nuestra era, se
realizó mediante un código basado en logogramas, es decir, un grafema el cual,
a diferencia de los fonemas de nuestro sistema que representan sonidos, lo hace
sobre morfemas o palabras completas; algo parecido a la escritura china, pero
con la salvedad de que los logogramas mixtecos se acercaban más a la
jeroglífica egipcia porque eran dibujos: pictogramas. Por todo ello la podemos
describir como un sistema de escritura cuyos signos son símbolos y pinturas que
representan principalmente relatos de su historia y, aunque carece de viñetas
propiamente dichas, es lo más cercano a las historietas actuales de todo lo que
hasta ahora hemos comentado. Cada conjunto de dibujo y símbolos podían expresar
un concepto o, incluso, una idea completa, leyéndose en el lenguaje oral como
frases cerradas y perfectamente comprensibles.
Lámina 75 del Códice Tonindeye
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Según
los estudiosos de estas lenguas, la escritura mixteca procede de una zona
comprendida entre los estados de Puebla, Guerrero y Oaxaca del actual sur
mexicano, zona montañosa y volcánica, perteneciendo a la rama de los antiguos
sistemas de comunicación olmecas. En sus códices se cuentan hechos históricos
detallados con el nombre de los personajes y la fecha exacta del calendario
ritual empleado por ellos de 260 días, utilizando símbolos solares para
determinar el año. Sobre esto nada mejor que la propias palabras del arqueólogo
mexicano Alfonso Caso Andrade: …“los
mixtecas tenían un sistema de escritura y un sistema calendárico, que les
permitía conservar las noticias de los acontecimientos y situarlas en el tiempo
y el espacio, es decir: relatar verdadera historia; la prueba de ello es que
ahora nosotros podemos leerla y transcribirla a nuestro propio idioma”.[i]
Los
soportes sobre los que se representaba la escritura mixteca eran de diversas
procedencias, sin embargo, los códices solían realizarse sobre tiras de piel
curtida y estucada de venado; en la superficie, blanqueada con yeso o estuco,
se dibujaba con colores naturales, principalmente el rojo, amarillo, azul,
morado, café, ocre y negro. Para leerlos se debe comenzar desde el extremo
inferior derecho de cada lámina y seguir el camino indicado por las líneas
rojas.
El
códice más conocido de los seis mixtecos conservados es el llamado Nuttall,
aunque en el Museo Británico, donde se conserva actualmente el documento, está
catalogado como Zouche-Nuttall en memoria de los dos antropólogos que lo descifraron:
el inglés Robert Cruzon, décimo cuarto barón de Zouche, y la norteamericana
Zelia Nuttall.
Se
compone de dos lados, registrando en uno la vida y obras, sobre todo conquistas
y guerras, del líder mixteca Ocho Venado, y en el otro la historia de la
dinastía de Tilantongo, la capital del pueblo mixteca. Está dividido en 16
piezas dobladas en 47 láminas de 24,3 cm de ancho por 18,4 cm de alto, lo que
da un total de 94 láminas al contar las dos caras, y unidas formando una larga
tira de 11,41 metros.
Su
salida de América tendría lugar en alguno de los numerosos expolios llevados a
cabo por los “civilizadores”, pero se tienen datos fehacientes de que en 1845
se encontraba en el monasterio dominico de San Marcos de Florencia, siendo
vendido por los monjes italianos al británico John Temple quien, a su vez, se
lo regaló a su amigo el barón Zouche, cuyo hijo, una vez fallecido aquél, lo
vendió al Museo Británico donde pudo estudiarlo la antropóloga Zelia María
Magdalena Nuttall editando un facsímil sobre el mismo.
Como
ya hemos comentado anteriormente, en este códice se cuentan dos historias
distintas y su realización también data de fechas y lugares diferentes, siendo
más reciente el segundo lado al que se le calcula la edad allá por los inicios
del siglo XV de nuestra era, fechándose la primera entre los siglos XI y XII.
Pero sobre todo, “la gran importancia de
estos documentos radica en el hecho de ser los únicos vestigios que nos quedan
de los avatares sociales, políticos, genealógicos, militares o religiosos de
aquellas antiguas culturas que una vez se extendieron por el sur de México”.[ii]
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[i] · Caso, Alfonso
(1989): Alfonso Caso: de la arqueología a la antropología volúmen 102 de
Serie antropológica; México, ed.Universidad Nacional Autónoma de México, ISBN
978-968-361-116-73
[ii] Manuel
A. Hermann Lejarazu. Doctor en estudios mesoamericanos por la unam.
Investigador en el ciesas-D.F. Se especializa en el análisis de códices y
documentos de la Mixteca, así como en la historia prehispánica y colonial de la
región. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores.
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